viernes, 26 de octubre de 2012

Leonardo Sbaraglia , la búsqueda de la identidad, Cock

¿Todavía se sigue preguntando quién es?
–Todos necesitamos tener un lugar de pertenencia. Siempre me rodeé de gente fuerte con mucha opinión y eso me dio sostén. Sobre todo en una profesión como esta que se agarra de cosas tan lábiles, que te da aparentes certezas y seguridades. No es como un trabajo de un arquitecto o un científico. La complejidad del trabajo tiene que ver con ser un científico de la profesión. Con investigar.
–De afuera, a veces parece que alcanza con poco.
–Claro, pero no es así. Ser actor es complejo. Es un territorio poético y metafórico en el que uno construye personas y personajes. Y para eso hay que estar informado. ¿Quién soy? es una pregunta recurrente para todos los actores, porque a través de la metáfora del otro se encuentran a sí mismos. Elegí esta profesión porque de muy chico me fue resolviendo algo y me hizo sentir cómodo. Viéndolo a la distancia, no sé quién hubiese sido si no fuera actor. Es una necesidad transmisiva.
–¿Con qué objetivo?
–Con la idea de comunicarse con el mundo de afuera. Como un lenguaje. Pero el actor necesita infraestructura para eso. Los personajes nunca son uno porque cada actor puede hacer el mismo personaje de maneras infinitas. Uno le encuentra una veta, aprovecha ese instrumento para darle cabida al universo de uno.
La entrevista se interrumpe brevemente por la aparición de Yayo Guridi. El cómico extiende su mano y confiesa su admiración por el actor. “Este pibe tiene mucho adentro, puede ser un actor extraordinario. Tiene una rapidez mental que no se puede creer”, asegura Sbaraglia luego de la partida del comediante. Y cierra el concepto: “Eso es lo bueno: poder empatizar”.

–¿Cuál es el desafío de este personaje desde lo actoral?
–Es muy difícil porque primero hay que lograr que el espectador lo pueda decodificar. Muchas veces, en esta profesión, no se tiene en cuenta al espectador; hasta dónde sabemos lo que decodifica el espectador. Las películas de las que te acordás son las que te llegan a través de la piel, por la boca o por tu historia. Hay que seguir creando ese lenguaje.
–Sin embargo, la obra por momentos puede resultar incómoda para cierto público.
–Me dijeron que hubo gente que se fue. Pero el público sabe lo que viene a ver. Hay gente que cuando me beso con Diego se pone nerviosa. Pero no hay nada procaz. Creo que es más procaz la escena que tiene mi personaje con la mujer a través de un paso de comedia, ya que él nunca tuvo relaciones con las mujeres. Y ese es un momento impresionante para todo hombre.
–¿Cómo recuerda su primera vez?
–Creía que lo había hecho y no. Era una mina experimentada, y no me animaba a decirle que era virgen. Y después le terminé preguntando a mi viejo si lo había hecho. Es que la vagina puede ser una cosa monstruosa también.
–¿Por qué?
–Hay muchos hombres que en su fantasía tienen la idea de no poder salir del interior de la mujer. Es algo muy fuerte.
–¿Cree que la sociedad está preparada para este tipo de obra?
–Cierta parte sí, y otra no. Cuando se estrenó Plata quemada, todo el mundo se esperaba una película de gángsters y se encontraron con una película de gays. Se tornó una película de culto. Es un ícono gay de España. Pero acá no fue tomada de esa manera. Sin embargo, creo que se evolucionó bastante.
–¿Atrae más lo que provoca?
–Cuando me contaron que alguien se había ido, llegué a la conclusión de que quería hacer la obra por más tiempo. No por desafiante, pero ojalá que Cock deje de manifiesto la normalidad de las relaciones de todo tipo. Creo que por más que no habla de la homosexualidad, hay dos tipos besándose arriba del escenario y eso no se ve muy seguido. No es fácil verlos con normalidad, afecto y ternura. Es una relación estable. Pero lamentablemente, hay mucho tabú en relación al sexo y no nos enseñan a normalizar la sexualidad. Uno se enamora de las personas, no de los sexos. No hay sólo una receta para ser feliz. 




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